sábado, 27 de septiembre de 2014

A 47 años de su muerte: Una Aleluya para Cherry Navarro

Recuerdo perfectamente ese día: un 28 de septiembre de 1967. Era un adolescente y me encontraba en la consulta de traumatología del hospital Vargas convaleciente de una operación en un pie. El reloj de pared marcaba cerca de las 9 de la mañana, cuando a cierta distancia, a lo largo de un pasillo donde estaban ubicados varios consultorios, se escucharon voces de lamentos del personal médico que anunciaban la infausta noticia del fallecimiento del ídolo del momento Cherry Navarro, quien había ingresado desde hace varios días a ese centro hospitalario. Bruscamente se abrió una puerta y a través de ella una enfermera transportaba en una camilla el cuerpo, cubierto con una sabana, del joven vocalista venezolano. Para el momento de su deceso contaba con 23 años de edad. Precisamente y por ser septiembre mes aniversario de su partida física, recordaremos algunos aspectos de su trayectoria como cantante.

De Monagas a Caracas  
Alexis Enrique Navarro Velásquez –nativo de Caripito, Monagas- nació un 9 de julio de 1944. Desde pequeño soñó con ser cantante y no desperdició ninguna ocasión para demostrarlo, solo que el destino le jugó una mala pasada y nunca imaginó su prematura muerte. Sus datos biográficos permiten conocer que fue hijo de Manuel Rafael Navarro y María de Jesús Navarro.

Como todo comienzo en cualquier reunión, fiesta familiar, con los amigos, en las serenatas, Cherry daba muestra de sus cualidades vocales y desde ya prometía ser un gran intérprete de música popular abarcando diferentes géneros: criollo, romántico y baladas. Con el correr de los años se traslada a Caracas junto a su familia. Estudió canto, piano y teoría y solfeo en la escuela de música José Ángel Lamas. La populosa parroquia de El Valle fue el escenario ideal para poco a poco ir introduciéndose en el mundo del espectáculo. Conoce gente y entre sus amigos de la época figuran José Luis Rodríguez (hoy el Puma), Chelique Sarabia y el gran animador Renny Ottolina, por solo mencionar algunos. “Él cantaba muy bien. Tan buenas cualidades tenía, que a tantos años de su desaparición física, todavía sigue sonando. ¿Se imagina la carrera que hubiese tenido como lo hizo José Luis o como otros tantos?”, declaró en una entrevista el gran compositor Chelique Sarabia.

Con su gran jovialidad, buena pinta y eterna sonrisa, el muchacho de Caripito se “metía” a todos en un bolsillo.

Una vertiginosa carrera
Los primeros años de la inolvidable década de los 60 fue muy fructífera en el desarrollo de su vertiginosa carrera. Se introdujo en la onda de la música criolla de la mano de Chelique, se “montó” en el tren de la Nueva Ola grabando una respetada cantidad de excelentes temas y, además, fue un bolerista de lujo de la orquesta de Renato Capriles, Los Melódicos, aunque por poco tiempo. Sus actuaciones en radio y en televisión-en el recordado Show de las Doce y Renny presenta- lo catapultan a la fama. Deja para Velvet, Discomoda y el Palacio de la Música sus más sonadas canciones: Ole, Yo soy aquel, Postguerra, Cuando creas, Norma, Te pido que me guíes, Como yo te quiero, Yo nací para quererte, No te muerdas los labios y la inolvidable Aleluya, entre muchas otras.

Los viajes, las giras y los amores es cosa cotidiana para esos años en la vida del gran Cherry, quien a fuerza de mucho tesón y perseverancia, había calado en la juventud venezolana de esa época que tenía como ídolos a vocalistas de la talla de Felipe Pirela, Héctor Cabrera, José Luis Rodríguez y Leo Dan, entre muchísimos otros. “Cantó de todo y en todos los géneros funcionó bien. Música criolla con arpa, cuatro y maracas. Por ejemplo, grabamos Mi propio yo y Orinoco, río abajo. El fue el que estrenó Chinita de Maracaibo, una gaita que yo compuse en el año 1959. Una bomba portorriqueña que se titula Como yo te quiero, que tuvo mucho éxito. Y baladas como El show se terminó y María. En todos los géneros en los que incursionó lo hizo muy bien. No fue un cantante de un solo estilo, lo que le ponías a cantar lo interpretaba”, expresó el autor del conocidísimo tema Ansiedad.

El fatídico año 1967
A mediados de julio de ese año –mes del terremoto de Caracas- Cherry Navarro impuso un temazo que recorrió buena parte de la geografía nacional. Se trataba de Aleluya, una canción compuesta por el cantautor español nacido en Filipinas, Luis Eduardo Aute, y cuya letra musitaba aires de tristeza, dolor y muerte: Una lágrima en la mano, un suspiro muy cercano, una historia que termina, una piel que no respira, una nube desgarrada, una sangre derramada, ¡aleluya! 15 gritos que suplican, una tierra que palpita, la sonrisa de un recuerdo, la mentira de un te quiero…

Tras esa letra conmovedora de la canción, el público jamás imaginó que su ídolo anunciaba su muerte y el jueves 28 de septiembre fallecía en el hospital Vargas a consecuencia de una mortal enfermedad conocida como aplasia medular (leucemia). “En la celebración de un cumpleaños de Mirla Castellanos, en una discoteca, estábamos compartiendo. Cherry comentó que estaba sangrando por las encías. Poco después fue al médico y lo dejaron hospitalizado. Le diagnosticaron aplasia medular que reduce la producción de glóbulos rojos. A las pocas semanas, había empeorado. Estaba aislado en una habitación del hospital Vargas, ya que no se le podía visitar porque tenía las defensas bajas. Lo veíamos a través de un vidrio en la puerta. Seguíamos visitándolo pero ya no nos asomábamos al vidrio para no deprimirnos”, recordó el músico y compositor Chelique Sarabia.

Su partida final fue inesperada. Cayó como un balde de agua fría. Similar momento vivió cinco años más tarde el público venezolano con la trágica desaparición de Felipe Pirela fallecido en otras circunstancias. De esta forma entraba Cherry en el Olimpo de los consagrados del canto en Venezuela.

Unas flores en mi tumba

Siempre nunca nunca

¡Aleluya!

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