Son incontables las veces que me he preguntado, al igual que muchísimas personas estoy seguro lo hacen, del por qué esas canciones no se olvidan nunca. ¿Qué es lo que tienen para escucharlas una y otra vez? ¿Por qué son tan pegajosas? ¿Será porque enamoran? ¿Será por sus letras sencillas, por su bonita melodía o por qué nos recuerdan a alguien en especial? No es sencillo determinarlo por cuanto el gusto de las personas varía. La crónica de hoy no será en si una crónica, sino más bien una muestra representativa y tratará de acercarnos –en una apretada síntesis- a esas bellas melodías que perduran en el tiempo en sus dos géneros más conocidos: el bolero y la balada.
Boleros. Únicamente tú: Felipe Pirela, El reloj: Lucho Gatica, Nuestro juramento: Julio Jaramillo, Perdámonos: Oswaldo Morales, Linda: Daniel Santos, En un beso la vida: Orlando Contreras, Tú sabes: Estelita del Llano, Recuerdos: Miltinho, Qué te pedí: La Lupe, Vida consentida: Lino Borges, Mil violines: Chucho Avellanet, Desesperanza: Alfredo Sadel, Sin fe: José Feliciano, Tristeza marina: Leo Marini, Sombras: Blanca Rosa Gil, Cenizas: Toña La Negra, Corazón de acero: Sonia López, Total: Celio González, Sin ti: Los Panchos, Los aretes de la luna: Vicentico Valdés, Cariñito azucarado: Virginia López, Miénteme: Olga Guillot, Bésame mucho: Lucho Gatica, Dos gardenias: Daniel Santos, Piel canela: Bobby Capó, Inolvidable: Tito Rodríguez, Payaso: Javier Solís, Nuestro concierto: Roberto Yanés, Se me olvidó tu nombre: Roberto Ledezma, En la orilla del mar: Bienvenido Granda, Señora bonita: Nelson Pinedo, Convergencia: Pete “Conde” Rodríguez, Hola soledad: Rolando La Serie, Taboga: Casino de la Playa, Amor perdido: Carmen Delia Dipini, Prisionero del mar: José Luis Moneró, Dile que por mí no tema: Celia Cruz.
Y aún quedan más.
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